J. G. Ballard - La isla de cemento

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Título del original: Concrete Island
Traducción de Manuel Figueroa
© J. G. Ballard, 1974.
Ediciones Minotauro, 2002. España.
Primera edición en bolsillo.

Hay lugares al margen del universo cotidiano, extraviados en el tiempo y el espacio, pero a la vista de todos, donde cada quien en determinado momento puede llegar de golpe al dar un giro equivocado en el complicado mapa de la vida. Una vuelta de hoja y el mundo se pone de cabeza, la tierra muestra su lado salvaje, aquellos "no lugares" que rumian su silencio a la vera del camino lanzan una dentellada feroz que nos sustrae de nuestra rutina, a veces rasgando nuestras vestiduras y rompiendo nuestros huesos (como en el caso de esta novela corta), en una mezcla rara de experiencia metafísica y choque hiper real que transformará para siempre la mirada del protagonista sobre sí mismo y el mundo que lo rodea.

Es así como un día cualquiera pero no cualquier día, Mainard, un exitoso arquitecto londinense, pierde el control de su auto a gran velocidad en alguna parte de la vía entre su oficina y su casa, cayendo por un alto terraplén hacia una especie de isla de cemento sembrada de chatarra, hierba y escombros de posguerra, donde deberá enfrentar una situación límite en la que ha sobrevivido sólo para quedar náufrago del mundo privilegiado al que pertenece, experimentando la invalidez, la fiebre y la indigencia, hasta dominar la isla y dominarse a sí mismo para sobrevivir y evadir su confinamiento, como un Robinson Crusoe moderno.

Y de igual manera que el héroe de Defoe, Ballard -el autor- obsequia a Mainard un par de "Viernes" marginales exquisitamente delineados... Proctor, un ex acróbata mendigo y deficiente mental, poseedor de una fuerza bruta sólo equiparable a su ternura, y Jane Sheppard, una joven y volátil prostituta que oculta un pasado tortuoso. Ambos exiliados de la civilización comparten su techo en un refugio antiaéreo con el arquitecto, al mismo tiempo que lo retienen aprovechándose de su debilidad, para que habite junto a ellos ese sub mundo anárquico y libre de culpa del cual evitan, a toda costa, escapar.

Al igual que Mainard va aplazando su escape a medida que se estrecha su lazo con la isla de cemento, me he descubierto aplazando el fin de una lectura que no deseo acabar de disfrutar. Un libro para leer de un tirón, o tan solo un capítulo a la vez. Una lectura no recomendada al volante.
Enviado desde BlackBerry® de COMCEL S.A.

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